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El Arsenal escapa vivo del acoso del PSG en Londres | Fútbol | Deportes

Híbrido entre el catenaccio y el fútbol total, hidra, criatura imposible, el Arsenal que saltó al Emirates este martes para disputar la ida de la semifinal de la Champions recibió un golpe en plena metamorfosis. Apenas corría el minuto tres cuando los delanteros estiraron la presión mientras los centrales retrocedían como si quisieran subirse a la grada. A todos los descolocó Dembélé, que bajó a pivotar al mediocampo en un papel que resultó rompedor, descargó de cara para Kvaratskhelia, y el extremo desató el pánico antes de dejar solo al ejecutor, Dembélé, increíblemente libre pues Kiwor y Saliba estaban abrazados a Raya. El francés gritó el tempranero 0-1 en Londres, único gol de una noche primaveral que pudo acabar en goleada del Paris Saint-Germain. Tuvo suerte el Arsenal y la eliminatoria se decidirá la semana que viene en el Parque de los Príncipes.

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David Raya, Jakub Kiwior, Jurriën Timber (Ben White, min. 82), William Saliba, Myles Lewis-Skelly, Mikel Merino, Declan Rice, Martin Ødegaard (Ethan Nwaneri, min. 90), Bukayo Saka, Gabriel Martinelli y Leandro Trossard

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Gianluigi Donnarumma, Achraf Hakimi, Willian Pacho, Nuno Mendes, Marquinhos, Vitinha, Fabián Ruiz, João Neves (Warren Zaïre-Emery, min. 88), Ousmane Dembélé (Bradley Barcola, min. 69), Khvicha Kvaratskhelia y Désiré Doué (Gonçalo Ramos, min. 75)

Goles
0-1 min. 3: Ousmane Dembélé

Arbitro Slavko Vincic

Tarjetas amarillas
Trossard (min. 9), Bukayo Saka (min. 42), Achraf Hakimi (min. 43), João Neves (min. 45)

Mikel Arteta y Luis Enrique, directores de un partido colosal, surgieron de la gran corriente de la escuela de Cruyff. Pero sus obras son como brazos que se bifurcan. Arsenal y PSG representan dos interpretaciones a veces antagónicas: una, la de Arteta, autodenominada pragmática, desemboca en el conservadurismo y el placer por la defensa retrasada y el aprovechamiento del error; y otra, la de Luis Enrique, es temperamental y fundamentalista en el propósito de conquista. Los marcos culturales contribuyen a elevar los contrastes. París contra Londres, Édith Piaf contra Adele, Tennyson contra Baudelaire, Galope Infernal contra Karma Police, Napoleón contra Wellington, caballería contra bayonetas. Es un drama y los dos equipos presentan verdaderos maestros. Rice, Odegaard y Trossard pueden jugar en todos los escenarios y hacer buenos todos los estilos, lo mismo que Vitinha, Neves y Kvaratskhelia.

Aquello que determinó el curso del partido fue cuestión de carácter. Mientras Arteta anda obsesionado con añadir registros bajo el argumento de que es conveniente que su equipo maneje diferentes “herramientas”, Luis Enrique solo concibe una salida. Atacar, atacar, atacar. Así salieron los jugadores del PSG. A presionar arriba. Con tanta determinación que incluso después de que Dembélé metiera el gol, el PSG siguió apretando con desesperación. Como si fuera perdiendo a falta de cinco minutos para el final. No había dudas en Vitinha ni en los defensas. Hasta los encargados de proteger al portero iban al frente. Esto no sucedió en el Arsenal, cuyos jugadores más importantes, especialmente Odegaard, dieron síntomas de indecisión. A veces daba la sensación de que, embarcados en el desarrollo de un libreto politáctico, no sabían si ir a presionar o quedarse en el medio campo, y entre dos aguas perdieron referencias y también perdieron tiempo. Instantes decisivos en jugadas que resuelven en fracciones de segundo y que, sumadas, van componiendo los escenarios en los que se compite. El Arsenal, desde que saltó al campo, se instaló en la duda y la angustia.

Odegaard no sabía si ir o venir, y Vitinha, en el eje del conjunto visitante, lejos de especular con la ventaja, insistía en ir a buscar a Odegaard hasta su área si era preciso, con tal de no dejarlo salir con el balón controlado. Nunca en lo que va de temporada el Arsenal se había encontrado en una situación más apretada. El desconcierto se contagió al público. Kvaratskhelia estaba en trance. Se iba de todos. Hasta de tres juntos, como cuando burló a Timber, Saliba y Rice, y Timber por poco le hace penalti. Raya paró un tiro del georgiano, y luego otro de Doue, y más tarde Fabián reventó un balón contra el palo. El rodillo no dejaba de girar. Pasada la media hora de presión sin tregua, la hinchada francesa cantó como Jeanette: “¿Por qué te vas?”. Luego siguieron con el Bella Ciao. El Emirates solo se dio un gusto cuando Martinelli probó a Donnarumma, al final de la primera parte, en una de esas acciones esporádicas, zarpazos aislados de un Arsenal que no encontró el hilo del juego.

Merino cabeceó un centro a la red a la salida del descanso en una de esas jugadas de laboratorio que tanta fama han dado a este Arsenal a balón parado. Pero el VAR lo anuló por fuera de juego. Al ver que su equipo iba siempre a contrapié y el público se le enfriaba, Arteta reaccionó mandando a sus jugadores a presionar al hombre. Cambio de registro sin el efecto esperado. Por más que este Arsenal ha sido el equipo que asfixia a sus rivales con más ritmo y coordinación en el mundo, tantos cambios de orden y estructura debieron desengrasar la maquinaria. A la inversa, el PSG, replegado más por agotamiento que por convicción, sí se mostró solvente en la defensa de su área y estuvo a un centímetro de meter el segundo. Barcola y Ramos desperdiciaron dos contragolpes.

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