POLITICA

Delgado cree que Morena está fuera de control y que Sheinbaum deberá acelerar definiciones hacia el 2027


 El secretario de Educación Pública Mario Delgado conversó esta semana con el expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero quien llegó de visita a México. Le mostró los murales de la dependencia que conduce y aprovechó, según pudo conocer esta redacción, para darle un panorama de la política doméstica.

Delgado tiene una opinión muy crítica del presente del partido político que lideró hasta el año pasado. Cree que desde la reunión de consejeros del pasado fin de semana todo lo sucedido ha sido desastroso.

En tan solo cinco días la gobernadora de Veracruz Rocío Nahle denunció por supuesto desfalco a su antecesor que forma parte del Gobierno actual, Pedro Haces apareció en España sin demasiado recato a la carta de Claudia Sheinbaum que clamaba por austeridad y un sector del oficialismo se lanzó contra la designación de Adrián Ruvalcava en el Metro capitalino, un acuerdo que hizo la presidenta – junto a Delgado – para que Clara Brugada no tuviera mayores contratiempos en la contienda por la CDMX.

A estos desmanes se agregan las guerras fratricidas del morenismo en latitudes como Tabasco, Sinaloa, Tamaulipas, Morelos o Oaxaca. Y no son discusiones programáticas o de comité: en todos los casos aparecen expedientes judiciales, investigaciones que demandan amparos urgentes y rumores constantes sobre actores que alistan su paso a la clandestinidad.

Una creencia que no es solo de Delgado sino que, está cada vez más instalada en la cúpula: el morenismo está descontrolado porque existe una zona liberada en su eje de gravedad que la presidenta, por diversos motivos, no ha querido terminar de ocupar.

Quienes frecuentan Palacio Nacional dan cuenta de la agenda maratónica que tiene Sheinbaum a diario, incluso con encuentros programados muy entrada la noche. «Pero allí todo es gestión, todo es análisis del Gobierno, todo es ejercicio del Presupuesto, pero muy poca política», susurran.

Sheinbaum le ha aportado un control a la administración muy superior al que tenía Andrés Manuel López Obrador. Está decidida a que en su sexenio no existan escándalos como el de Segalmex o el desastre de Birmex. Pero el costo es que la línea política no termina de ser clara, es tenue, por momentos imperceptible,

Los ejemplos son múltiples. En el Senado todos conocen cuáles son las candidatas de Adán Augusto para conducir la Mesa Directiva pero no nadie tiene demasiado claro quien será la elegida por Palacio. En Diputados cuentan que Ricardo Monreal ya tiene cuatro nombres para el futuro de la Auditoría Superior de la Federación pero nada se sabe sobre qué piensa Sheinbaum sobre esa posición.

Sucede lo mismo con el futuro de la elección judicial: no hay un gobernador que pueda decir que recibió la indicación de la presidenta de apoyar a tal o cual candidata en la carrera por la Corte Suprema.

Tampoco es claro quien es el interprete de los deseos presidenciales al interior de Morena, donde sobresalen dos figuras (Luisa María Alcalde y Andy López Beltrán) que están más concentrados en cimentar sus proyectos electorales propios que en ser una polea de transmisión de lo que pretende el Gobierno en la arena electoral.

Con este panorama, la necesidad de encontrar un norte consistente estimula propuestas audaces. La más reciente: que Sheinbaum adelante las definiciones de los coordinadores electorales en los estados que estarán en juego en 2027. Una forma de establecer limites y moderar ambiciones pero, sobretodo, de dar una precisión sobre con quiénes la presidenta quiere jugar en la política agonal.

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